miércoles, 5 de octubre de 2011

DON LENCHO, EL DUENDE Y LA VACA.


Por: Saúl Borges Jiménez
Asesor: Lic. Alma Cristina Herrera Ortíz
Ganador del concurso “Escritores Juveniles”
En la modalidad: cuento regional
Destacada participación en el encuentro estatal
obteniendo Segundo Lugar

En uno de los tantos cerros que tiene Tihuatlán deslumbraba una vista preciosa, llena de tranquilidad, en la cual se observaba toda la población de ese pequeño lugar. Era el monte más bello, pero desgraciadamente eso no le servía de nada, puesto que un duende “cabeza de anona” era jefe de allí.

La población no se preocupaba por él, ya que jamás se acercaba, vivía en la planada, sabían que si no se entrometían a ese territorio nada malo les podía pasar. Como el lugar era hermoso cada vez más gente colmaba el pueblo, pero eso, al duende le desagradaba mucho, ya que él quería gobernar no sólo ese lugar, sino toda la región. Los Tihuatecos se dedicaron principalmente a trabajar sus tierras, casi siempre sembraban frijol, chile, pero sobre todo maíz. El duende no conforme, observaba que la población crecía y el futuro les era próspero.

En una orilla del pueblo vivía un señor llamado Lucrecio, el cual era el más rico de la región, dueño de una hacienda muy hermosa y deseada por muchos campesinos, entre sus pertenencias había gran variedad de toros y vacas. El espíritu perverso se apoderó de los animales de don Lucrecio, pero sobre todo de un toro gigantesco, pinto, horroroso sanguinario a simple vista y portador de los cuernos más grandes jamás imaginados. Con sus poderes sobrenaturales empezó a manipular al semental, para que así, en cada oportunidad destruyera las milpas enteras, pero no sólo eso, también hizo que todo el ganado lo siguiera en sus maldades en cada terreno que a su paso encontraran.
La pobre gente desconocía toda misericordia, pero un día, artos de la malignidad acudieron ante el dueño de la bestia para reclamarle por su perversidad. – ¿qué están diciendo? Cómo que vienen a reclamarme a mí, siendo yo la ley de este pueblo – fue la respuesta de don Lucrecio y en seguida los mando a echar de su propiedad. Después cobijados en la devoción confiaron en su Dios y se presentaron ante el Cura del pueblo, ése que vendido por unas cuantas monedas de forma para nada periódica respaldaba hasta en lo malo a don Lucrecio que abusaba de los campesinos, por lo que no se conmovió.

En el más alejado de los cerros vivía un hombre de edad avanzada, que agotado por la edad, evitaba salir de casa, a él recurrieron los del pueblo, convencidos de que el Cura apoyaba al dueño de las vaca. A pesar de las circunstancias en que se encontraba, aceptó el trabajo.
– Necesitaré seis garrafas de caña, cuatro chanuilás o sea guajolotes, dos istilan son gallinas pequeñas, sahumerio de copal natural, flor de muerto, agua bendita y tabaco del más fuerte – contestó don Lencho. La gente le preguntó qué les pediría a cambio por su trabajo. El pidió 20 reales y una generosa ofrenda para la Diosa del Maíz SShumhat, significa “muchacha” en Totonaco. Don Lencho estimó que la leyenda del duende era cierta y que para derrotarlo necesitaban tener de su lado a la Madre Tierra. El curandero acordó que la que la Ceremonia sería el 4 de Octubre a las 4 de la mañana en la Casa de San Francisco, ante el altar mayor. Necesitaban la presencia de un Sacerdote es por eso que trajeron a uno desde lejos para que hiciera la petición final.

Se pasaron los días, llegó la cita y como se dijo, desde las 2 de la madrugada empezó a llegar la gente hasta que todo el pueblo estuvo junto. Al final llegó don Lencho con lo necesario y con unos animales para sacrificarlos a los Dioses. Entre todos hicieron un holocausto y en punto de las 4 el curandero se paró al frente –escúchanos, San Francisco de Asís, hoy un puñado de tu pueblo está reunido para hacerte una petición por tu Tihuatlán –dijo el curandero invocando al Santo Patrono del Pueblo – te pido y abogues por nosotros ante todos los Dioses, que alejes todos los malos espíritus, pero en especial al jefe de los duendes “cabeza de anona” – añadió.

En ese momento el duende apareció frente a todos, traía una mirada desgarradora, llena de fuego que hacía temblar a los lugareños, por ese motivo muchos huyeron, pero los más perjudicados se quedaron a espaldas del curandero – ¿qué te propones hacer Lorenzo? –preguntó el Duende – quiero sacarte de mi tierra –¡esta tierra es mía y nadie me la va quitar! – contestó el alma perversa – pues eso es lo que tú crees. ¡San Francisco de Asís, Ssumhat Diosa del Maíz, los invoco para que saquen a éste maligno ser de lo que es nuestro! – exclamó don Lencho. El espíritu al verse acorralado empezó a defenderse. Don Lencho no hizo caso a las palabras de su enemigo sacrificó las gallinas para ofrendar su sangre, carne y espíritu. A la tierra para que protegiera sus frutos le ofrendó tabaco, aguardiente, zacahuilt y flor de muerto. En ese momento el duende levantó los brazos y unos enormes nubarrones escondieron las estrellas y la luna –“si te opones a mi recibirás tu castigo” –el duende advirtió a don Lencho, en ese instante al curandero lo invadió un terrible dolor en el corazón, tan fuerte que lo hizo desmayar. Cuando el maligno ser pensó triunfar, empezó a torturar a la gente que había quedado asesinando a los niños más pequeños. Don Lencho recibió entre sueños un mensaje del Santo Patrono –no te des por vencido, no puedes dejar esto empezado, debes terminar tu misión, demuestra tu fe, todos los Dioses están contigo, saca las fuerzas que tenias cuando eras joven, ahora que tienes el privilegio de que la Naturaleza te brinde su poderío aprovéchalo, sino una terrible y horrorosa maldición caerá sobre ti, tu descendencia y todo tu pueblo –aseveró San Francisco de Asís. Don Lencho se levantó y con todo el dolor invocó nuevamente a los Dioses, pero no solo él, también la gente estaba allí. Al final el Sacerdote le imploró al Dios supremo – Señor te pedimos perdón, si no hemos actuado conforme a tu voluntad, desde hace mucho tiempo el bien ha triunfado sobre el mal, ayúdanos, danos sabiduría para ponerle fin a esta injusticia –fue la oración del Sacerdote. La gente se tomo de las manos y empezó a rendirles culto a los Dioses danzando y cantando, pidiendo la consumación del maligno espíritu. La gente siguió bailando hasta que sus cuerpos no aguantaron, muchos se dieron por vencidos y cayeron de cansancio, al ver eso, el Duende se empezó a burlar de ellos – “¿ya se dieron por vencidos? ¿es toda su fuerza? Ustedes no pueden contra mí que soy solo uno, si el resto de los míos los atacan morirán todos y al fin gobernaré, jajajaja” – se reía el Duende. Mientras el cielo de Tihuatlán comportóse raro con su pueblo como si tuviera algún presagio, pero después de unos minutos, se despejó y una gran luz brotaba y carcomía al duende, lo obligó a inclinarse a ella, lo hizo retroceder, fue por eso, que toda su maldad y poder se vinieron abajo y no pudo hacer nada, mas que huir con el resto de los suyos, pero eso no fue todo, este maligno ser advirtió a todos los presentes, con voz fuerte y amenazante dijo: –“No es tan fácil deshacerse de mí, juro por mi mismo que volveré por si descendencia y estaré aquí para torturarlos siempre, en especial a ti Lorenzo, que eres un viejo inútil y pronto te llegará la muerte”, entonces vendré para tomar venganza, me encargaré de que no crezca brujo tan poderoso como tú, antes lo mato, te lo juro, regresaré Tihuatlán jamás será un lugar de paz aunque ustedes intenten todo y mi venganza será aun mayor. – en ese momento el duende se fue sin dejar rastro alguno. La gente del pueblo no podía con tanta felicidad, don Lencho vio que el cerro había quedado sin peligro alguno, ya que satisfactoriamente había ganado en la batalla campal. Don Lorenzo recibió no solo 20, sino 30 reales. Regresó a su casa a descansar ya que estaba muy agotado por su trabajo. Mientras dormía el Santo Patrono le volvió a hablar en sueños – Felicidades Lorenzo, no defraudaste a tus Dioses, eres un buen representante de nosotros, estamos muy orgullosos de ti, pero para terminar tu trabajo hay una última acción, debes poner una representación de lo que uso el duende para que así no pueda cumplir su juramento – pero ¿qué tipo de representación debo poner? – pregunto don Lencho, despertó y comprendió que lo que el duende había usado era el ganado y fue por eso que hicieron un toro de piedra como lo dijo San Francisco de Asís. La siguiente cosecha que tuvieron los campesinos fue aún más productiva, puesto que todo era favorable, es por eso que decidieron dar la mitad de lo que sacaran de sus tierras para poder hacer el toro de piedra.

Debido a que a los lugareños les pareció muy bonito el baile y tal como lo habían hecho el día de la batalla cada 4 de Octubre se realiza esa danza, que con el tiempo se le puso el nombre de “La Danza de la Vaca” y entre caña, aroma de copal y música acompañaba con serenata los cumpleaños de los Panchos más queridos de Tihuatlán, se ofrece a San Francisco para agradecerle.

El tiempo transcurrió y hoy en día el monumento ah sido transformado completamente, lo hicieron de cemento y pintado con tinta de bronce. Hace recordar que un Duende era jefe de ese cerro, el famoso “Cerro del Toro” y que gracias a don Lencho, la gente de entonces y la Danza de la Vaca, todos podrían sobrevivir con sus pequeñas siembras. Aunque nadie de los que ahí viven descarta que el duende regrese y conquiste con sus mentiras al ganado de la región.

FIN

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